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Análisis Político

Este blog tiene como fin analizar la contingencia política y económica chilena e internacional, publicar reflexiones y emitir opiniones dentro del marco que otorgan el sentido común, rigurosidad académica, libertad de opinión, tolerancia y principios éticos. Doy la bienvenida a todos aquellos que deseen leer, comentar los temas planteados e, incluso, preguntar. Saludos a todos, Rodrigo Hollmann F. Periodista y Cientista Político rholl@hotmail.com

lunes, abril 20, 2009

Ética y poder: el camino a la decadencia


Años atrás una profesora que me reprobó en un ramo de historia universal (al final aprobé con nota máxima), citaba a un historiador que decía que los grandes imperios cayeron no por la fuerza de los invasores extra muros, sino por la relajación de los valores morales que los cohesionaron. Así también lo decía Cicerón en su particular y severo estilo. Esta observación se cumplió los últimos 2000 años con el imperio romano, el sacro imperio romano de occidente, francés, británico y soviético.

Hoy Chile, de no mediar cambios sustanciales, estará asistiendo pronto a su propio funeral.

Durante décadas, Chile se destacó por poseer cierta unidad valórica (no me refiero a religiones) que en los últimos años se deterioró, tanto en el mundo público como privado.

En el último mes se sucedieron tres hechos que son sintomáticos de la decadencia ética y todos los casos tienen en común la consideración del uso de la sociedad como una mina que tiene que ser agotada hasta el último gramo.

La colusión de las farmacias fue sencillamente escandalosa, reflejó en detalle el ética de negocios de los grandes empresarios chilenos: abuso de poder frente a los proveedores, codicia y desprecio por los consumidores, negación de sus actos, actitud mafiosa al preferir hundirse junto al delator que reconocer la falta, etc. A ello se suma la horrorosa campaña de Farmacias Ahumada para lavar su imagen: devoluciones ínfimas y engorrosas, disposición de ¼ del botín para devolver a los clientes “víctimas”. En fin, se mostraron como son, unos aprendices de Ebeneezer Scrooge (personaje central de “Cuento de Navidad”, Charles Dickens) o de Montgomery Burns.
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El 20 de abril se publicó la “Ley de Transparencia”. Allí, en nombre de la transparencia, se publicaron todos los nombres y sueldos de las personas que trabajan en la administración pública. Ello permite ver casos de sueldos exorbitantes de empleados con dudosa capacidad o formación para cumplir las tareas. Por otro lado, funcionarios honestos y trabajadores vieron expuesta en la plaza pública digital sus ingresos, uno de los elementos de la vida privada de las personas. Si el objetivo era la transparencia, ¿por qué no se publicaron los sobresueldos de los ministros y subsecretarios, ya legalizados y libres de impuestos según el SII, las participaciones en directorios y otros ingresos? ¿Cuál es el propósito de exponer a los mandos medios y empleados más bajos, y no a absolutamente todos? Esto es esgrimir la bandera de la transparencia con las manos sucias.

“La pesca de arrastre no permite milagros” fue una ingeniosa campaña estrenada en Semana Santa. Es sabido que la pesca de arrastre es una de las prácticas pesqueras más nocivas para el medioambiente, pero más rentables para un pequeño grupo de inversores. Hace unos años, no recuerdo si fue bajo el gobierno de Frei o Lagos, el Congreso aprobó la ley corta de pesca que, en último término, autorizaba a las grandes pesqueras a cometer depredación a mansalva de los recursos naturales. Pero lo escandaloso es que entre quienes votaban se encontraban los Zaldívar, dueños de Eperva, una de las mayores pesqueras. Para ellos, el conflicto de intereses no era obvio y actuaron en consecuencia.

Tal como con los peces, quienes tienen el poder perdieron la noción de que en una sociedad hay ciertas leyes naturales que no conviene romper. Los legisladores (poderes legislativos y ejecutivo) están más preocupados en mantener el poder a toda costa y no dudan en no votar leyes inclusivas de participación como la de inscripción automática y voto voluntario, porque les dio en insistir en el tema de permitir el voto en el extranjero a los residentes, cuando se pudo dejar para más adelante.

Igualmente, estudian leyes no pensando en el bien común, sino en el caso particular, como es el de fideicomiso ciego. ¿Por qué obligar a dejar en fideicomiso ciego a los miembros del poder ejecutivo que tengan más de US$ 20 millones? Esa es una indicación para un caso en particular. ¿Por qué no hacerlo para todos aquellos que compongan un poder del Estado y más de US$ 1 millón en patrimonio? De ese modo nos evitamos parlamentarios con evidentes conflictos de intereses.

Cuando se entiende que una sociedad es un mercado que hay que cautivar y mantener prisionero, el ciudadano común cuestiona la legitimidad de las autoridades y es el primer paso hacia la corrupción generalizada. ¿Por qué debo cumplir con la ley si ellos tampoco lo hacen?, ¿Por qué el trabajador común debe cumplir extensas horas de trabajo, muchas veces más allá de lo permitido por la ley sin remuneración adicional por el solo temor a perder su fuente de ingresos, mientras el jefe se va a jugar golf?

¿Con qué cara las circunspectas autoridades juzgan moralmente a las personas que no pagan su pasaje, mientras ellos realizan asesorías espurias para aumentar sus ya abultados ingresos?

Todo tiene un límite y nos acercamos peligrosamente a eso. El rechazo transversal a la política y las protestas contra las farmacias demuestran que estamos cerca de un punto de no retorno en el camino del descrédito y desconfianza hacia nosotros mismos.

Regresamos a una ética donde el éxito laboral considere el contexto al que se debe, o seguimos la senda de muchos vecinos tercermundistas condenados al eterno subdesarrollo.

Saludos a todos,

Rodrigo Hollmann

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